lunes, 30 de abril de 2018

Madrid/Prohibido

Sabía que llegarían en cualquier momento, cinco días de ventas tranquilas en la plaza de Lavapiés era algo inusual.
El operativo empezó de improviso. Un escuadrón de policía desplegó en el lugar una maniobra de pinzas para que no pudieran salvar sus mercaderías. La brutal represión les dejaría claro a esos senegaleses que debieran volver a su país, no a la plaza.
Los manteros huían pero el lazo estaba cerrado.
Él prefirió envolver su mercancía y permanecer tranquilo donde estaba.
Enseguida llegó un oficial que le ordenó soltar su manta, levantar las manos y tirarse al piso.
Intentó una objeción y recibió un convincente bastonazo sobre un golpe viejo. De inmediato su cara estaba contra el cemento y una rodilla se clavó entre sus omóplatos. Esposado y a los empujones subió a la patrulla y partió hacia la comisaría. Solo que no se dirigían a la comisaría...
La patrulla se alejó de allí y se desvió hacia un lúgubre descampado donde tendría lugar el final de esta triste historia.
—Hola mi amor. Rápido, no tenemos mucho tiempo.
—Te extrañe estos cinco días.
—Yo más, tenemos que encontrar otra forma de vernos.



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