lunes, 31 de diciembre de 2018

Siguen bastos

Despertó lleno de dudas:
La misma cama, el mismo cuarto.
Echó un ojo por la ventana, su barrio parecía el de siempre.

«¿Sería posible?»
Cruzando la cocina, vió el almanaque pegado al refrigerador y sonrió aliviado: «Primero de enero de 2020».
Entró al baño y al asomarse al espejo se palpó la cara con incredulidad.

«—¡Mierda, mierda, mierda!»
Seguía siendo el mismo zopenco del año pasado.








sábado, 29 de diciembre de 2018

Tarde de perros

Cada otoño es diferente pero todos me recuerdan a aquel otoño.
Éramos jóvenes, nos guiábamos más por el olfato que otra cosa. Así enseguida te encontré, con tu pelo rojizo algo desgreñado, en la puerta de la carnicería. Ibas al mercado para soñar con sus deliciosas mercancías, inalcanzables para los de nuestra clase.

—¿Tenés algo que hacer?
—Ahora que viniste no —dijiste pícara.
—Vamos a la plaza, hay feria de comidas. En una de esas nos dan algo.

Por el camino, marcamos un árbol con nuestros nombres y saludamos al flaco Fido que presumía una cadena dorada con su nombre.

En la plaza, fue llegar y oler: hamburguesas, panchos, chorizos...nos daban ganas de aullar de gusto.
Nos acercamos a un puesto de choris con nuestra ensayada cara de lástima, orientando la cabeza hacia el humo. Cada vez más cerca, más cerquita.

Todo sucedió en un segundo. El vendedor quiso alejarte de una patada. Vos aprovecháste para robarle un chorizo y correr. A cruzar la maldita avenida. ¡No! Todavía huelo la goma quemada de las llantas del camión. Ahí quedó tu cuerpo, desangelado; y mi desesperación y la gente alrededor, solo por un rato. 

¡Basta!, ya es suficiente.
Soy Ricardo, escribo esto desde el taller literario de la cárcel. El otoño siempre me recuerda a Gaby.



Servicio nocturno

El chofer del colectivo se me queda mirando.

¡No! 

Yo soy el chofer y me miro a mí mismo subiendo al colectivo: «¡Mirá la hora que es y este tarado que no sube!»

Subo apurado y me encuentro de frente con la mirada flamígera de un bebé que va en brazos.

¡No! 

Yo soy ese bebé y siento miedo de caerme y me embriago del aroma del pecho de mamá.

Al medio del colectivo, una mujer va sentada en el piso. Lleva uniforme de una empresa de limpieza y se inclina a un costado para dejarme paso.

¡No! 

Yo soy esa señora con la espalda dolorida y mucho cansancio en el alma.

Cada vez más confundido, llego al último asiento, a sentarme junto a un borracho mal entrazado y bambolenate. El tipo me dedica una mirada acuosa.

¡No! 

Soy yo con la mirada empañada, sintiendo el mareo y la náusea anidando en la boca de mi estómago.

Cierro los ojos aterrado. Mentalmente me prometo dejar de escribir historias en el colectivo.




viernes, 28 de diciembre de 2018

28 de diciembre

Apenas subir al colectivo notó algo extraño: Las mujeres que viajan son todas feas. Todas.

No de una fealdad extrema, simplemente feas, fuleras, como decimos por acá.

Hace un tiempo, una amiga colombiana, viendo una foto de un colectivo lleno, me preguntó si todas las chicas de Buenos Aires eran tan lindas, recordé.

¿Sigo en Buenos Aires? ¿Acaso las mujeres cambiaron?

Debo bajar de inmediato de este colectivo atestado de feas.

Toco el timbre y el colectivero no abre la puerta.

Miró por el espejo para reclamarle y me invade el horror.
Yo también soy feo.





lunes, 24 de diciembre de 2018

Cinco minutitos más


«¿Y si hoy no me levanto?» piensa, ya despierto, orejeando el día a través de la persiana oscura. «¿Y si no vuelvo más?»

Imagina los camiones sin descargar, el capataz recaliente llamando en vano a su casa. Se sonrie entre las sábanas: «¡Andate a la puta que te parió, vigilante!».

«¿Y después qué?» Levantarse bien tarde y bañarse con agua fría. Unos mates y derechito al transporte, a buscar un camionero que lo lleve hasta Catamarca.

Llegaría el 25 a la tarde. Todavía le podría decir a su viejita: «¡Feliz navidad, Mama!»

La tos le llega desde la otra punta de la pieza como un tirón de orejas. «Mejor me levanto. Total ya me desvelé. A ver si el forro del capataz empieza a llamar y me lo despierta al changuito.»


jueves, 20 de diciembre de 2018

Martha Reagan

—Has cambiado, Ronald.
—Así nací, Nancy, ¡nazi! No, sería mejor… ¡Nazi, Nancy!, así nací...no no; a ver... ¡Sí, Nancy, nací nazi! —
Y haciéndose visera pregunta a los reflectrores—. Quentin, ¿qué posibilidades hay de cambiar el nombre de la primera dama para la película?




miércoles, 19 de diciembre de 2018

El ciego

Pidió a un viandante que le ayudara a cruzar la avenida. 
En mitad del cruce, sintió el golpe y un tirón en el brazo que casi lo hizo caer.
El ayudante y su bonito celular terminaron debajo del Expreso Caraza.



martes, 18 de diciembre de 2018

Corte marcial


—...cuando recobré el conocimiento, mi armadura había desaparecido.

La cresta del general Grasúcilo comenzó a emitir un pitido intermitente.

—Soldado 3423, este tribunal no admitirá mentiras. ¡Que pase la testigo!

Una Grasúcila mucho más robusta que cualquiera de los presentes accedió al recinto. El suelo tembló bajo sus cascos.

—34, cariño, lo saben todo.

—La testigo diríjase al tribunal. Repita lo sucedido para el registro.

—Bueno, yo me encaminaba al río cuando 34 dio la voz de alto. Se acercó y comenzó la revisión de rutina. Una de mis glándulas de feromona hizo contacto con su cresta y estalló. La reacción fue inmediata e intempestiva. Nos desvestimos y comenzamos el rito de reproducción en el agua. Y esa... cosa, nos tomó por sorpresa. Corrió desnudo, encendió la armadura y se la llevó.

—¿Un humano vivo? ¡Inadmisible!, es como si me dijera que fueron robados por una glumboryeta. ¿Quiere explicarnos su proceder, soldado?

—Señor, mi intención era engendrar soldados, para engrosar las filas del ejército, Señor —contestó 3423. Ahora su cresta lucía gris y alicaída.

Al atardecer, dictaron sentencia:

—Este tribunal considera las acciones del soldado 3423 como falta grave y recomienda la pena máxima. Será degradado, con imposibilidad absoluta de batirse en combate y destinado al satélite reproductorio junto a la testigo.
Se les suministrará todo lo necesario para la labor de procreación, a la que se dedicarán, de ahora en adelante. Soldado, espero que su cresta esté a la altura...


lunes, 17 de diciembre de 2018

Psycho

¿Alguna vez tuvieron la sensación de estar en una película?
Me refiero a cuando en la vida real se da una situación tan cinematográfica que desconcierta.
Una pareja despidiéndose en el aeropuerto, un atardecer demasiado perfecto, una embarazada que se pone de parto en el ómnibus. A veces pasa…
Es una noche de otoño, llovizna, e
l parque esta desierto.
Mis pasos resuenan sobre el cemento mojado, igual que en un thriller.
Cada veinte metros hay una farola, su luz amortiguada por un halo de bruma. Ladran unos perros a lo lejos. Es una tontería, pero sonrío a una cámara imaginaria.
Aparece en el cuadro una chica que camina algo asustada. Lleva el pelo recogido, auriculares y un bolso. Su fino cuello tiembla un poco. Aunque no tengo intención de hacerle daño, esta escena pide a gritos un asesinato violento.
Apuro el paso, los faldones de mi impermeable suenan con el viento. Ya estoy detrás de ella. Solo tengo que girarla y ver el terror plasmado en su cara..
Siento el cuchillo hundiéndose en la carne, la sangre tibia empapándome la camisa. Me desvanezco gimiendo de agonía. Yo tampoco esperaba este giro en el guión.



domingo, 16 de diciembre de 2018

Zupvelyan Food

—¿Hay más? —preguntó el insectoide lamiéndose las pinzas—. Nunca probé un platillo tan exquisito.
 

—Puedo cocinar cosas mil veces mejores —respondió orgulloso el cocinero—. Yo fui el chef más importante del sistema Khrolnaga. Cociné para soberanos, dignatarios y deidades, antes de caer en desgracia.
 

El humilde puesto de comida Zupvelyana atrajo la atención del insectoide durante su paseo. Intuyó que conseguiría allí, algo diferente a los horribles entremeses de Qornk. Aceptó con gusto la recomendación del cocinero: Glumboryetas rellenas en salsa de fhrizyxukas.
 

—¿Y cómo terminaste terminó en este rincón olvidado de la galaxia? —zumbó, masticando una Glumboryeta.
 

—Una desgracia; ocurrió hace mucho tiempo. Voy a contártelo para sacarlo de mi cabeza. —Sus orejas humeaban de tristeza—. Debía cocinar para la familia imperial, una oportunidad única. Sabía que ellos gustaban de un plato especial. Se deleitaban saboreando las complejas ondas cerebrales que emitía cierto animal servido vivo.
En cambio, les preparé una excelente combinación simbiótica múltiple que, esperaba, causara un efecto similar. 

El caso es que no les gustó para nada. La emperatriz sufrió una extraña alergia y feneció poco después. Para mí, significaba el exilio o la muerte.
 

—Mala decisión, debió ir a lo seguro.

—Es que no pude conseguir el ingrediente principal, Envié un cazador a buscarlo, nunca volvió. 
Desde que la factoría donde los clonaban explotó, los humanos están virtualmente extintos.



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sábado, 15 de diciembre de 2018

Manila

—¿Y Santa Claus sí le lleva regalos a los demás chicos?
—Ellos me lo dicen para fastidiarme. Se los compran sus padres, porque venden shabú y tienen dinero. A ninguno de mis amigos del barangay les ha traído nada. Santa Claus no existe.
—¿Por qué dices eso?
—Todos lo vimos muerto, en la avenida Arnaiz. Estaba tirado boca abajo, rodeado de policías. Tenía un tiro en la nuca.
—¿Los policías lo mataron?
—Quiso entrar a una casa por la ventana, eso me dijo la tía Playmo.
—¿Quién?
— La señora del orfanato. Le decimos así porque su pelo parece el de los muñequitos.



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viernes, 14 de diciembre de 2018

Vida eterna

El auto gira en cámara lenta, tu cuerpo rebota en su interior con parsimonia. 

El tiempo no se ha detenido, es más bien una densa espiral de humo estirándose al infinito. 

Dolorosas heridas sangrantes, como claveles rojos, te florecen por todo el cuerpo. Contemplás las esquirlas de vidrio reflejando cada absurdo detalle. Los hierros se curvan chirriando, se retuercen hurgando tu interior. Dolor, dolor, ¡Dolor! La punta de un hueso astillado te brota del pecho, el sufrimiento se hace insoportable. Escuchás tus propios gritos en un eco demencial. Te arden los pulmones, el aire se te escapa. Desesperación.

Te vas hundiendo cada vez más en este infierno de agonía sin final ni escapatoria. Atrapado para siempre en esta tortura perfecta, esta muerte imposible, esta vida eterna.





miércoles, 12 de diciembre de 2018

La poderosa

El joven sentado frente a mí en el colectivo exhibe sin ningún tapujo una enorme verruga en su cuello. Me altera, parece un chicle masticado con algunos pelitos pegados.Su color rosa desvaído su forma ¿verrugoide?, Es horrible.Trato de mirar por la ventanilla pero no puedo evitar su atracción. La verruga ejerce su poder, me grita, altanera, que no puedo ignorarla, que la mire, que la adore, que escriba sobre ella. 

Si me resisto no podrá quebrarme, mi voluntad es firme. No lo haré.





martes, 11 de diciembre de 2018

Camuflajes

La criatura entró al local buscando información sobre un Grasúcilo. Nunca dijo quién era, cualquier parroquiano reconocería a un cazador intergaláctico.

En realidad buscaba al último de los humanos. Según sabía, usaba una armadura de Grasúcilo adaptada a su cuerpo, para despistar a sus perseguidores.


—¿Piensa entregarlo a la justicia? —preguntó un sujeto que buscaba sobras debajo de las mesas.


—No lo busca la justicia, es un encargo para el chef inteplanetario del sistema Khrolnaga. Su mente es un manjar mítico, con sus secreciones corporales se preparan numerosas especias...
 

—Invíteme a comer, hablaremos de negocios —zumbó el hambriento lugareño.

Rato después, la extraña pareja  hacía una visita no autorizada al viejo cementerio de astronaves.
 

—Allí, en aquella Ruxyflok roja, la menos deteriorada. Entre usted solo, mis glándulas nerviosas nos delatarán.
 

—Estúpido, los humanos apenas huelen en blanco y negro.
 

—Mejor prevenir que lamentar luego —. El insectoide activó su extraordinario camuflaje y desapareció en el acto.
 

Apenas el cazador puso un pié dentro de la nave supo que algo estaba mal. Doce pares de ojos celestes se encendieron a su alrededor. Ocho feroces vextros-taladro parecieron brotar del suelo. Ignorando gritos y chillidos, desgarraron su cuerpo,  arrastrado los huesos bajo la tierra .
El insectoide los espantó usando sus glándulas nerviosas. 

Cuando los guardianes del deshuesadero huyeron, se apropió del chaleco de cuatro brazos y del arma del cazador, con todo y municiones. 
Así ataviado, fue a visitar al Capitán. Tenía algo muy gracioso que contarle durante la cena.


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lunes, 10 de diciembre de 2018

Mi abuelita VI

—Vuelve a dormir, Corazón, solo fue una pesadilla, no hay nada en ese armario.
—Ábrelo, para que vea, abuelita...
—Ni por todo el oro del mundo.


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viernes, 7 de diciembre de 2018

Siempre llueve en Bogotá

Ojos azules le preguntó qué bus tomar para ir al centro y al rato ya estaban hablando de la ciudad, de la primavera…
Le contó que recién llegaba desde Argentina, que iba al centro, a una entrevista de trabajo en una multinacional.
 El doctorcito tuvo que esforzarse bastante para que aceptara su invitación a almorzar, pero hasta las chicas atractivas como ella se sienten solas en una ciudad nueva y 
Bogotá se pone romántica en un día lluvioso.

La entrevista fue decididamente mal, p
or eso Ojos azules llegó antes a la cita. 
Ahí estaba el doctorcito, besándose con otra, al otro lado del vidrio salpicado. Fue demasiado, no pudo reprimir las lágrimas, se volvió y salió corriendo bajo la lluvia. Nunca vio venir al enorme demonio rojo. El bus le dio en la cabeza con su retrovisor.

—¿Te sientes mejor? 
—le preguntó el doctorcito. 

—¿Dónde estoy? Mi cabeza...

—Tuviste un accidente. Estamos acá en el hospital.


—¿Y usted tutea a todos sus pacientes, doctor? —preguntó Ojos azules enojada.


—Claro que no, nos conocimos esta mañana, esperando el Transmilenio.


—No sea aprovechado ¿quiere?… Esta es la primera vez que lo veo. Déjeme ir de alta que tengo una entrevista muy importante en el centro. 

   

jueves, 6 de diciembre de 2018

Santiago de Chile

El fútbol no es vistoso en la José María Caro, ahí pica fuerte la jaiba. ¿Penales? Ahí se define a puñaladas.
Claudio mira al costado de la cancha y piensa «¡Que paja!, venir desde tan lejos y que mis primos no estén en casa. ¿Qué sería peor?» 
El pelotazo furibundo en plena cara contesta su retórica pregunta. Le saltan las lágrimas y los mocos de una nariz que ya no le parece suya.
Un negro gigante de voz aguardentosa le grita:—¡Anda a buscarla, aweonao! —. Y después ya le echa la foca. —¡Corre zombi! ¿o querí' que te saque la chucha?¿no veí' que vamos perdiendo?
A medida que se aleja, el miedo se le convierte en bronca. Bronca por los primos que no están, por el pelotazo, por los insultos. 
Allá levanta el balón embarrado, desde lejos, los jugadores le hacen señas con los brazos y en sus bocas se adivinan más insultos...
Mira a ambos lados. De un lado la cancha, del otro la autopista. Una sonrisa malévola se dibuja en su rostro. Les muestra el dedo mayor enhiesto, gira y patea la pelota al paso fatal de autos y camiones. 
Después, el mundo se reduce a correr por su vida.

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miércoles, 5 de diciembre de 2018

Milagrito, nomás

El renegado gastaba sus últimas horas recostado sobre un catre inmundo, mirando una chinche escalar la pared del calabozo.
Llamó su atención una partícula brillante de mica, pegada en el revoque.
La manchita empezó a crecer y crecer ante sus ojos, hasta convertirse en un vórtice luminoso horadando el muro.
El reo se aproximó con cautela pero sin miedo.
Considerando su inminente fusilamiento, decidió que nada empeoraría por lanzarse a lo desconocido. Se adelantó y cruzó el portal.
De inmediato lo cegó un sol brillante, mientras escuchaba inconfundibles sonidos marinos y un viento salado golpeaba su cara. Con el corazón alborotado, avanzó dos pasos y la luz desapareció de pronto.

Cuando la vista se acostumbró, se encontró frente al catre, del lado opuesto de la celda.
Sin terminar de comprender, retrocedió hasta que su espalda chocó contra el muro sólido, el vórtice había desaparecido.

Desde el corredor llegaron las voces de los soldados.
Era la hora, el pelotón estaba listo.













martes, 4 de diciembre de 2018

Ciudad del Este

Ruido, olores fuertes, movimiento, calor.
Calles como espigones donde personas
pescan a otras personas encarnando sus
anzuelos con precio imposible, oportunidad única, milagro. La ciudad nos obliga al contacto físico con la muchedumbre. Todo esta pasando aquí y ahora. Solo por asistir, ya estamos jugando este antiguo juego de gatos y ratones.
Es la continuación de la selva en otra selva.
Mowgli pasa corriendo y grita que han matado a Han Solo, Rumpelstiltnskin vocea elixires mágicos, Arya Stark me ofrece un tibio chipá.



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viernes, 30 de noviembre de 2018

Tu basura, mi tesoro

Llegó al mercado Grophwer siguiendo un rumor poco confiable. El capitán maldijo su suerte; la tienda vendía carroña en descomposición. Algunos clientes la consideraban apetitosos manjares mientras otros la usaban como fertilizante.
Al menos no le habían mentido, el diestro dependiente envolvía los paquetes con su trompa, usando auténticas láminas de celulosa, un material residual proveniente de los rincones más antiguos de la galaxia.
Compró una pieza a precio accesible. Cuando el Epyfung sacó papel para envolverlo, el capitán detectó, dos pliegos debajo, lo que había venido a buscar.
Salió apurado por respirar tirando el asqueroso paquete en un callejón. Volvió corriendo a la tienda, algo preocupado. Un writhow de mirada triste se le adelantó y entró a comprar.
Era un riesgo que el writhow se llevara dos artículos y su preciado tesoro.
Esperó, aguantando el hedor, que el cliente se marchara.
Tras el mostrador, ahí, al tope de la pila, estaba el objeto de su deseo. Eligió un trozo de carroña cualquiera y pidió que se lo envolvieran con mucho cuidado,
—¿Prefiere llevarlo embolsado? —gorjeó el vendedor con tono nasal.
Al capitán se le nublo la vista de solo pensarlo.
—Envuelto bastará —replicó.
Salió directamente a la nave. En la sala principal, desarmó con cuidado el paquete y extendió la lámina sobre la mesa.
—¡Glinko! —exclamó.
Se trataba de un retrato auténtico. Una figura ovalada donde un humano, con todo y su casco voladizo, mostraba los dientes. Debajo, tradujo una enigmática frase: “Cada día canta mejor”.




A la deriva

Cuando logra reponerse del shock inicial comprende que debe idear la forma de salir de su situación. La calma es su aliada. Si pudiera encontrar un medio de enviar un mensaje, alguien acudiría a rescatarlo.
¡Lo que daría por tener un trozo de papel seco por pequeño que fuera!
Sentado sobre la tabla oye el rugir del agua embravecida que, en lugar de calmarlo, lo apremia. ¿Lo echará alguien en falta? Piensa en su madre...
Así pasa un tiempo que se le hace eterno, infinito, demencial.
Y cuando por fin decide terminar con todo de la peor manera, de la breve abertura surge una mano trémula, anónima, salvadora. Con dedos crispados atrapa el proverbial rollo de papel que evita el desastre.
Después se lava las manos, sale del baño y se incorpora disimuladamente a la fiesta.


jueves, 29 de noviembre de 2018

Mi abuelita V



Pasadas las cinco, los chicos ya se amontonaban frente a la entrada del carrusel.  

—Está cerrado —mentí.

—Pero... está andando, señor —reclamó uno de los más grandes—, veo el techo girar.

—Además se oye la música, don —se animó otro, espiando entre las lonas—. Déjenos subir.
—La calesita está rota —dije algo cortante—, la estoy probando, vuelvan más tarde.
Tras la lona, mi abuelita volvía a ser niña por algunos minutos más.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Ant-man

La alarma del celular vibra en mi bolsillo. Apago la cortadora de césped justo antes de arrasar un hormiguero gigante. El hormiguero y el resto del césped pueden esperar. Es hora de ver el épico partido, la gran final. Nada más importante en todo el universo.
 

Mientras enrollo el cable, pienso en las hormigas, ignorantes del poco tiempo que le queda a su mundo, de lo cerca que está la aniquilación y el caos. Puedo imaginarlas haciendo vida normal, sin percatarse de la espada de Damocles pendiendo sobre sus diminutas cabezas. Imagino a una en particular, dejando sus tareas a medias para ver cierto gran partido de algún deporte hormiguil.



lunes, 26 de noviembre de 2018

Cosecha tu siembra

El verano tocaba a su fin en la plantación. Los trabajadores rondaban por la hacienda buscando cualquier ocupación que retrasara el final de su contrato.
El robot capataz comentó al patrón:


—Que suerte fue conseguir cosecheros de cuatro brazos. Trabajan duro, hombres, mujeres y niños por igual y han terminado el trabajo en tiempo récord. Podríamos pagarle el resto del mes y aún quedaría una estupenda ganancia.

—Nada de eso. Han recibido más que suficiente. Dales algunas frutas para el camino y que se larguen antes que llegue el frío.

Y ese pequeño detalle resultó ser un gran error.

Al probar la fruta, se despertó en ellos un instinto primitivo olvidado. Poseídos de una gula incontenible, los insectoides hambrientos se abalanzaron sobre los depósitos frutales.
El hacendado trató en vano de detenerlos. Golpeó a un pequeño que estaba con la mitad del cuerpo metida en un barril de fruta; los demás lo atacaron con sus extremidades aserradas.

En instantes, los pedazos del hacendado regaban el suelo mezclando su sangre verde con el jugo azul de las Fhrizyxukas.

En el asteroide agrícola no quedó nada comestible. Sólo se salvó aquel metálico capataz robot.

El insectoide ahuyentó de su mente ese recuerdo infantil. Aunque pasaran otros cien años, jamás olvidaría el sabor de esas primeras Fhrizyxukas azules.


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domingo, 25 de noviembre de 2018

Entierro



El arboIito ha muerto,
lo llevan a enterrar,
en un pequeño y lúgubre ataúd,
de carne.
 









sábado, 24 de noviembre de 2018

J3$$3 J4M3$

El sistema de alarma anti-hackeo disparó un aviso a la división Pinkerton de delito informático en Kansas City.
Gracias a un elemento interno “Caballo de Troya”, el virus "Dynamite" había reventado el firewall, abriendo un gran hoyo en la seguridad del banco. Con las direcciones i.p. enmascaradas, los delincuentes ejecutaron ciertos comandos, transfiriendo millones de bitcoins a cinco diferentes bolsas que operan ocultas en la Internet profunda.
No hubo manera de seguir su rastro electrónico a través de un desierto de satélites.






viernes, 23 de noviembre de 2018

Despedida

Era imponente, desbocada, escandalosa. Un vendaval, ¡que belleza!

Ahora sonrió, pero entonces estaba muerto de miedo. Mi ropa y sus gritos salían volando por el balcón, pero la ropa se compra y los insultos resultan inofensivos cuando al insultado no le hacen sentido.

De todo lo que me gritó solo recuerdo ¡pichurria! y ¡gonorrea!, más que nada por el cuidadoso desprecio que puso al pronunciar las doble erre.

Antes de dar vuelta la esquina le tiré un beso al aire, tragué el nudo que tenía en la garganta y murmuré:

—Chau, colombiana.







jueves, 22 de noviembre de 2018

Arcano


El insectoide entra a la nave sin presentaciones.

—Tengo un objeto para el capitán. Si puede pagar el precio, le aseguro que esto completará su colección sobre los terrícolas.

Ya en la sala de exposición, el capitán revisa el pequeño rectángulo plástico con emoción.

—¿Dices que esto contiene pequeños relatos de esa civilización antigua?

— Sí capitán. Les llamaban pergaminos, contienen información digital. Este se intitula "verbatim2Gb" y con la fuente de poder adecuada, puede acceder a sus misteriosas historias ilustradas —y continúa con voz zumbona—¿Esto completará su colección?

El capitán va a sentarse en una especie de trono en el centro de la sala, dentro de una caja transparente, hermética. Adopta una postura heroica y sentencia:

—Mi ADN la completará. Soy el último humano.

En un movimiento final, activa la suspensión criogénica de la caja.


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martes, 20 de noviembre de 2018

La carrera

Existen muchas historias sobre parejas de libros.  En esta,  hay dos libros que  como los gemelos,  se parecen pero no son iguales.

Servando leyó la última frase de  “La Carrera” mientras atendía el poco concurrido gimnasio de Huatabampo:

“...el libro se le cayó de las manos. Clemente estaba muerto. Fin.”

Cerró la novela bostezando de aburrimiento, sin sospechar que en ese mismo instante en Buenos Aires, Clemente caía sin vida junto a un libro que nunca terminaría de leer.

También era la novela “La Carrera”, pero diferente. Esta relataba la historia de Servando, un chico que atendía un Gimnasio en Huatabampo.

El viento juega con las hojas del libro caído junto al cadáver  y se detiene en la última frase:
“...el libro se le cayó de las manos. Servando estaba muerto. Fin.”


domingo, 18 de noviembre de 2018

El vecino

Un tío cojonudo. Acariciaba a su perro,
pagaba sus impuestos y cuidaba las flores de su jardín;
pero bajo la trampilla de su sótano se oían golpes y gemidos.











viernes, 16 de noviembre de 2018

La princesita ciega

La princesita se lamentaba al borde del estanque.

—Ya no quedan príncipes solteros...

Entre la bruma de sus lágrimas apareció una silueta verde.

—No llores princesa. Aprende a ser feliz con tus circunstancias —la consoló el sapo—.  Una vez también fui un príncipe y en castigo a mi vanidad, una hechicera me dió esta forma. Desde entonces me propuse ser el más feliz de los batracios

La princesa explotó:

—¡Puro conformismo! Deberías buscar la manera de cambiar tu situación.

—Dicen que el beso de una princesa me devolvería a mi forma original, pero hace mucho que me olvide de eso.

La princesa tuvo una gran idea. Venciendo el asco, se inclinó sobre el animalito con los labios fruncidos.

—No,  princesita, no lo hagas.  Así yo soy feliz...

A punto de besarlo,  apareció por la izquierda una sapa y, dándole la espalda a la princesita, le meó la vista. 

Ahora la princesita gritaba de dolor.

—Aprende a vivir con tus circunstancias—dijo el sapo mientras desaparecía tras su pareja.


Curitiba

Me reconoce de inmediato como a un par y se me acerca.
¿Ese es el Bob Marley? me pregunta señalando mi remera.
Si, ¿ te gusta?
Me gusta más el otro, el John Lennon, pero los dos luchaban por la paz, eso importa declara juiciosa. Hablamos un rato de Marley, Lennon, Bono. Ella recuerda que también estaba Renato Russo...y Cazuza. Cantamos un pedazo de “O Tempo Não Para” medio a los gritos y algunos comienzan a mirarnos raro. Me da un beso y nos despedimos, Ya hable con tu mujer en el “posto” me grita y se va, abriendo un surco entre el gentío que se aleja de ella. 
Es la mujer salmón de Curitiba, la lucha le viene en los genes, por eso no le importa. Ella sabe... y yo también.

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jueves, 15 de noviembre de 2018

Rdodesta Teresita


El insectoide arribó a la nave del Capitán con las manos vacías. No quería molestar pero no sería la primera vez que el habitual comprador de antigüedades rompiera su soledad invitándolo a comer.
Y no se equivocó. El capitán celebró poder departir con alguien más que las máquinas que atendían sus necesidades.
—Llegas a tiempo, camarada. Estaba examinando una pieza fenomenal proveniente del mismísimo planeta Tierra.
El visitante fingió interés.
—Oh, ¿que podría ser tan valioso, Capitán? ¿Algo como ese fantástico juguete en forma de + con un humano clavado en el centro?
—Algo mejor, mi curioso amigo. El cuerpo de un animal original, sin alteración genética alguna.
—¿Puedo verlo?¿Es comestible? —zumbó ansioso.
—Este pequeño alguna vez surcó los cielos terrestres, observa sus pequeñas alitas —exclamó con aires de profesor, sosteniendo en la mano un hipocampo disecado, pegado con silicona a una valva de molusco —. Míralo, ni siquiera tiene patas, se fijaba al exoesqueleto calcáreo mediante segregación pegajosa.
—Es color azul, semejante a las Fhrizyxukas maduras, ¿Que sabor tendrá?
—Jajaja, toma color azul cuando hay clima seco, cuando hay humedad en el ambiente su piel se torna rosada. De esta manera daban importante información a toda la bandada.
—¿Tenía nombre este apetitoso ser volador?
—Claro, bruto —dijo mostrando la inscripción de la base.
«Rdo. de Sta. Teresita.»*
El insectoide suspiró:
—Rdodesta Teresita, eres un tesoro….
La computadora central los interrumpió: ¡Capitán , la cena está servida!



*Santa Teresita, localidad Argentina.



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